Por Azacán
Hablando de tauromaquia, algunos señalan que la violencia es
inherente al ser humano. Si nuestra necesidad de ejercer la violencia
ha de encontrar una salida, mejor dirigirla hacia un animal que hacia
otros seres humanos. ¿No sería mejor que dirigiéramos esa
agresividad hacia la fuente de nuestras frustraciones?
La frustración produce resentimiento, y este es fuente de una buena
parte de nuestra agresividad. Liberar esta agresividad torturando a
un animal indefenso es indigno, pero también muestra la impotencia
del que no se puede vengar de su agresor y vierte sobre inocentes su
cólera. Actitud de burócrata, que se deja pisotear por el que está
arriba y descarga su venganza en el subordinado. La crueldad en el
mundo es en buena medida producto de un ejercicio enfermo del poder,
ejercicio del poder tal como aquel que se manifiesta en la
tauromaquia.
Abusar del débil
El toro es un otro, pero sometido; un esclavo furioso, pero desnudo.
Este espectáculo es una ratificación de poder mediante una lucha
desigual: por supuesto que toca el corazón de los señoritos. Les
divierte porque es un despliegue de poder sustentado en ciertas
facultades y habilidades, en cierta mezcla de valor y arrojo así
como en una real superioridad intelectual. Brinda el placer que toda
lucha implica al forzar el ejercicio de las facultades al máximo.
Este placer se aumenta por el regocijo señorial de hacer escarnio
sobre el vencido, de castigar al que ya fue reducido e incluso de
llevar el ejercicio del poder a sus últimas consecuencias: la
supresión del otro.
En muchos lugares con “tradición taurina”, como Aguascalientes,
se intenta promover este grotesco espectáculo entre la clase
trabajadora. Si bien algunos obreros se ven deslumbrados ante el
atractivo de una extrema violencia que no se considera moralmente
reprobable, lo cierto es que esta propaganda pagada con recursos
públicos no tiene el efecto deseado. Los trabajadores mexicanos
suelen mostrar mayor gusto por luchas menos desiguales, como el box,
la lucha libre y, por desgracia, las peleas de perros y de gallos.
Incluso me aventuraría a decir, basado en experiencia propia, que
los trabajadores sentimos más simpatía por el toro que por el
torero. A saber por qué...
La desensibilización por la violencia
No en vano la ONU recomienda prohibir la asistencia de niños a estos
espectáculos. Los argumentos:
*La exposición de los niños a estos espectáculos vulnera su
derecho a un desarrollo libre de violencia.
*El espectáculo promueve la normalización de la violencia.
*El presenciar actos de extrema violencia y sadismo produce daños
psicológicos en los menores.
Los mismos que asisten a las corridas de toros, esos pequeñoburgueses
y su séquito de clasemedieros satisfechos y autocomplacientes, son
los que no se conmueven ante las atrocidades cometidas por los
gobiernos. Incluso se complacen y vitorean a un Estado que hace uso
despótico del poder, siempre que no los toque a ellos claro, lo que
les representaría un terrible atropello.
El argumento de la protección de la especie
Como buenos filisteos, los amantes de la tauromaquia argumentan que
su afición sostiene la existencia del toro de lidia como especie,
pues, sin sus cuidados, esta se extinguiría.
Es necesario precisar que el toro de lidia no constituye una especie,
sino una raza de la especie Bos Taurus Taurus. Ha habido
muchas razas de toro doméstico ( Bos Taurus Taurus), muchas
de ellas han desaparecido por cuestiones comerciales. Esto no
significa la desaparición de la especie.
Por otro lado, considero 1:
que es dudoso el bien que se le hace a un animal, raza o especie al
mantenerlo con vida si el fin es torturarlo. 2: que el argumento del
conservacionismo no aplica para especies domesticadas, pues fueron
creadas por el hombre (mediante selección artificial) y su
desaparición no repercute negativamente en el equilibrio de
ecosistema alguno, que es la razón por la que urge conservar a las
especies silvestres. 3: criar animales para un espectáculo de
tortura representa un derroche de recursos sin sentido que sí
impacta negativamente en el ambiente.
Violencia y frustración
Supongo que cierto nivel de agresividad es natural en los seres
humanos. Sin embargo, lo que menos necesitamos hoy en día es más
promoción de la violencia (a menos que sea revolucionaria, esa sí
está justificada).
Entre las clases privilegiadas el uso de la violencia satisface una
necesidad de autoafirmación, de ejercicio del poder. Para los
trabajadores es muy distinto. Si bien puede tener ese mismo sentido,
actúa muchas veces como un escape a las frustraciones cotidianas
inherentes a su condición de explotados. Sería razonable buscar una
salida menos dañina a esta frustración contenida.
Yo recomendaría dos vías para desahogar este exceso de frustración:
Primera, la expresión artística. La creación artística exige del
sujeto introspección, reflexión, contemplación; ejercicios que
ayudan al trabajador a buscar un sentido de vida, a construirse
intelectual y emocionalmente, a buscar su ser.
Segunda, una participación política que ataque las fuentes de
frustración de los trabajadores, es decir, que se oponga al
capitalismo y sus efectos perniciosos. El trabajador debe intentar
recuperar aquellas dimensiones de la vida que le han sido arrebatadas
por la explotación, especialmente dos de ellas muy ligadas entre sí:
la capacidad de amar y la de mantener una comunicación auténtica
con sus semejantes, ambas son base del ejercicio político cuando
este es legítimo.
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