De por qué Super Mario Bros es la mejor película animada del año

Por Azacán

 La trama de esta película consta de dos historias independientes que al final convergen. 

  1. La de un obrero fracasado que intenta emprender su propio negocio, en lo que parece ser su última oportunidad para ser alguien en la vida. 

  2. La de un amante necrófilo que sólo puede concretar su amor mediante la conquista o la destrucción. 


Si bien el videojuego siempre fue una no muy velada invitación a las drogas, en la película los estimulantes se presentan como la base para cualquier progreso personal: son un producto de consumo obligado para sortear cualquier dificultad. El final ¿cómo no?, se decidirá a favor de quien consuma la estrella del poder, la droga definitiva y máximo objeto de deseo del villano. 


Al igual que presenta dos tramas, la película está ambientada en dos mundos. El mundo “real” donde la miseria y la competencia reinan, y el mundo del juego, donde las posibilidades y la autorrealización son posibles. Ni qué decir que se juega al máximo con el fetiche de realización que los videojuegos ofrecen. La película es ante todo una fusión del fetiche del crecimiento y el éxito que nos venden este tipo de juegos y la pura fetichización de las narrativas de vida que nos ofrece el aparato espectacular (TV, cine, plataformas).


Esta división de mundos es muy importante a nivel narrativo porque promueve la infantilización religiosa en forma de un dualismo grotesco. En la infancia de la humanidad los aparatos ideológicos de dominación giraban en torno a mitologías dualistas: este mundo es de sufrimiento, pero nos espera (luego de una infinita cadena de pruebas) el mundo de la redención eterna. 


Guy Debord es sagaz al señalar que los medios de control ideológico actuales consiguen la proeza de crear una nueva dimensión; una donde el mundo supraterrenal se ha separado de sus supuestos religiosos y se encuentra, en apariencia, más a mano: en un más allá de la pantalla. 


El personaje mejor logrado de la película es una delicia porque permite al guionista dar rienda suelta a su cinismo. El final, nos dice, es triste porque significa la desconexión del espectáculo, del mundo teleterreno donde todo es posible. Ahora, deben regresar a sus vidas monótonas, como hacen los hermanos protagonistas. En palabras de nuestro, desde ya, admirado guionista: 

Ese fue un final feliz ¿o no? Porque ahora todo ya terminó. Y ahora sólo quedas tú y el vacío infinito. Como que te dan ganas de tocar el saxofón ¿no?


El poder restregándonos en la cara que sólo en sus entretenimientos grotescos, en su mercancía mediática, es que vivimos. Eso se respeta. 


Escindidos de nuestra humanidad, frustrados y cansados, el sistema nos ofrece drogas, escapismo y narrativas huecas; todo lo que cabría desear. 


Una historia realista al nivel del cinismo, pero suavizada y puesta como trasfondo de una trama boba. Merece toda nuestra aprobación. Por eso la declaramos desde aquí la mejor película para “niños” del año. 


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