Por
Azacán
1.
Sólo hay una cosa peor que tener trabajo: no tenerlo.
2.
El sentido de vivir se pierde una o dos cuadras antes de llegar al
trabajo. A veces regresa a la hora de la salida, pero la vitalidad se
ha quedado en las mercancías.
3.
Es una condena que cumples, por suerte, acompañado de otros que han
cometido exactamente el mismo delito: ser pobres. Es difícil evitar
encariñarse con los compañeros de condena: se comparten demasiados
dolores para no hermanarse.
4.
¿Quién genera el producto más ridículo? No es sólo que a veces
uno produce cosas tan costosas que nunca podría costearlas con su
salario; es que a veces trabajas haciendo cosas totalmente inútiles.
Sin duda hay gente que las adquiere, pero no puedes imaginarte que
sea muy razonable. Yo hago vestidos de 15 años y de novia; se
imaginarán que no me siento un trabajador muy útil para la
sociedad. Hago algo que yo nunca usaría; que nunca recomendaría
usar y tan caro como toda buena cosa realmente inútil. Mi trabajo no
me resulta importante. Por lo menos además de superfluo no es tan
desmoralizante como servir bebidas y comida a cerdos burgueses o
vender de puerta en puerta artículos tan inútiles como un vestido
de 15 años, un aromatizante de pésima calidad o una baratija china.
5.
Es tristísimo entrar a un trabajo y dos o tres años después darte
cuenta de que lo único que ha cambiado es que eres dos o tres años
más viejo. No hay peor tortura que la que padeces sonriente cuando
tus compañeros (muy queridos) deciden celebrar tu cumpleaños en el
taller.
6.
Tu vida se convierte en mercancías. Tú te vuelves una mercancía.
Hay una rara, ridícula satisfacción en hacer bien tu trabajo. Te
gusta pensar que eres un obrero de calidad, aunque como mercancía
seas barato.
7.
Unos días te duele la espalda. Otros, las nalgas. Tu disciplina
consiste en acostumbrarte a estos y otros dolores. El dolor es
natural en el trabajo.
8.
El otro día mi patrón estaba sarcástico. Me dijo que no perdiera
el tiempo en el trabajo.
9.
Esta es mi norma de vida: vivir al máximo el tiempo que es de mi
patrón, el tiempo que me compra; holgazanear y pasar en balde el
tiempo que es mío. No se pueden vivir ambos al máximo y sólo puedo
descansar cuando no soy vigilado.
10.
Tener hijos: mi única opción de trascendencia. Costo: trabajar
horas extra por lo que me queda de vida laboral.
11.
Síndrome de domingo por la tarde: ¡A la mierda! mañana de vuelta a
trabajar y, para colmo, !Es lunes!
12.
El dolor no se acaba cambiando de trabajo. A lo mucho cambia de
lugar. En todos los trabajos hay capataces. La mayoría son malas
personas: llevan más en el mismo trabajo que cualquiera de los
demás. Están un poco amargados porque han renunciado a su pequeña
pero placentera libertad de cambiarse de trabajo a cambio de un poco
(bien poco) de poder. Donde hay capataces hay patrones. El capataz te
maltrata a ti, pero alguna vez, si tienes suerte, serás testigo de
que sus maltratos son pequeños frente a los que él mismo recibe del
patrón. Irremediablemente, y muy a pesar de tus deseos, el capataz
dejará de caerte tan mal.
13.
Hora de la salida: ¡Por fin la libertad! El esclavo, cuando llegaba
a ocurrir, ganaba su libertad una vez y, con un poco de suerte, era
para siempre; el siervo gozaba de un poco de libertad en las
temporadas que no tenía que trabajar en la heredad; era escasa y
desperdiciada generalmente en temores y dogmas religiosos, pero se
podía contar con ella. Hoy, con muchos trabajos ganas tu libertad
que dura sólo una noche; ojalá tuviera energías para aprovecharla
mejor y alegría para valorarla más. Tenemos, quizás, la libertad
más cara de la historia ¿no debería ser de mejor calidad?
14.
Se supone que soy libre de no hacer horas extra si no quiero. Esto es
lo que nos diferencia de los esclavos. Pero esta decisión se traduce
en conservar o perder el empleo. Mi derecho entonces consiste en
trabajar 14 horas hasta que no aguante más; no me despedirán, pero
yo renunciaré. Las ganancias de mis horas extras palearán por algún
tiempo la angustia de no tener empleo. Total, si esto se prolonga
hasta diciembre, en la fábrica me re-contratarán. Y a empezar de
nuevo.
15.
David está muy conforme con su vida. Dice que Dios lo inventó para
esto. Qué buena puntada: su misión en la vida es coser pantuflas de
exportación. Supongo que Dios debe valorarlas mucho. Esto reafirma
mi teoría de que Dios no vive en México.
16.
Nunca conocí a un obrero tan eficiente y diestro como Nestor. Yo que
soy de los mejores produzco en el día la mitad que él. Sin embargo
lo que él gana más que yo se gasta en dos o tres comidas. Como sea,
le queda la satisfacción de ser el mejor, su raquítico bono de
producción y saber que a él no lo recortarán en la temporada baja.
Tiene muchos años aquí y está tan especializado que sus
desarrolladas habilidades sólo sirven en esta fábrica. Lo que
Nestor tiene es una condena: la especialización.
17.
Las cosas dañinas para la salud suelen ser placenteras. A excepción
del trabajo.
18.
Una sociedad sádica: es inmoral matar a un hombre, pero no ponerlo a
trabajar 12 horas diarias.
19.
Mi patrón dice que este trabajo es una gran oportunidad para salir
adelante honradamente, pero él, que en su concepto ha "salido
adelante" no ha hecho este tipo de trabajo en su vida. Si con
"salir adelante" se refiere a mantenerse vivos, tiene
razón, aunque sólo sea en el sentido físico del término.
20.
Vivir o trabajar. Esa es la cuestión. Más dramáticamente dicho:
ser o comer. Es la disyuntiva del trabajador.
21.
Hay días que el trabajo es un verdadero martirio. Hay que hacer un
esfuerzo por olvidarlos. Los demás se olvidan conforme se van
viviendo. Todos son basura en la memoria: experiencia que le sirve al
patrón. Sólo tienen algún valor para quien no tiene más vida que
la laboral.
22.
Los obreros suelen gastar su salario con liberalidad "es una
satisfacción que merezco", dicen. Pareciera que a todos nos
queda claro que el salario sólo alcanza para sobrevivir.
23.
Mi patrón está medio arruinado. Más de la mitad de lo que le
hacemos ganar lo paga como intereses al banco. !Vaya fracasado! Un
patrón que tiene patrón. O... un momento... Mi patrón no es mi
patrón; es el capataz.
24.
“Aumentaré en gran medida el dolor de tu preñez; con dolores de
parto darás a luz hijos… maldito está el suelo por tu causa. Con
dolor comerás su producto todos los días de tu vida… Con el sudor
de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas al suelo…”.Tal
parece que nos inventamos a Dios sólo por llevarle la contra. La
medicina hace su maldición, para la mujer, muy llevadera y el punto
central de nuestra agenda para el futuro es dejar de trabajar (o
mejor, volver el trabajo blasfematoriamente placentero).
25.
Mi mamá, sobre el trabajo: “Cuando tienes un mal trabajo es como
un circulo vicioso. Te pagan una miseria que no alcanza para nada y
todo el día te la pasas pensando cómo hacerla rendir. El trabajo es
muy demandante y te atrofia la mente, te absorbe todo; no puedes ni
detenerte a pensar en conseguir otro trabajo porque tus pensamientos
siempre son sobre qué vas a comer ese día o que ya debes tanto en
la tienda, sobre qué vas a ajustar con lo que te den por las horas
extras. Siempre haces horas extras porque el sueldo base no alcanza
para nada. Saliendo del trabajo todavía tienes que lavar y hacer el
lonche; sólo los domingos aseas la casa. Casi no duermes por todo lo
que hay que hacer y por las preocupaciones; andas como zombi. Por eso
no puedes salir de ahí, no puedes pensar en otra forma de vivir,
porque vives al día. Estás atrapada.”
26.
Mi papá, sobre el trabajo: “El trabajo purifica la mente. Así no
andas pensado pendejadas.”
27.
Entonces, el trabajo te atrofia la mente, pero te la purifica.
Conclusión: el trabajo te deja en blanco.
28.
Dicen que la eternidad es un instante detenido. El paraíso es un
eterno instante feliz y el infierno uno desdichado. Para mí el
infierno sería por ahí de una media hora antes de la comida, cuando
maldigo la hora en que vine al mundo. El paraíso sería la hora de
la comida, cuando todos los esfuerzos cobran sentido. Para el obrero
el cielo y el infierno son contiguos. La vida del pobre es de suyo
variable.
29.
Eventos que pueden arruinar tu día: 1) trajiste muy poca comida para
el almuerzo; ¡maldita sea tu mezquindad!, 2) se te olvidó el lonche
¡Caray ¿Qué podía ser más importante que pensar en el
almuerzo?!, 3) olvidaste el lonche y no traes dinero para comprar; a
pedir prestado, 4) No tuviste tiempo de preparar el lonche y lo que
traes te alcanza para una torta con agua; a ejercitar la resignación.
Recomendación:
Este tipo de dolores pueden atenuarse si entre los trabajadores se
crea la costumbre de compartir entre todos la comida (y se come más
a gusto).
30.
Me gusta trabajar. Lo que no me gusta es que me obliguen a hacer
horas extras; padecer hambre, dolor e injusticias en mi lugar de
trabajo; producir algo que no sirve para nada y que no tiene nada que
ver con mi vida, con mis ideas y deseos; ganar una miseria y no tener
tiempo para ocuparme de mi vida. Lo que no me gusta es lo que el
capitalismo hace del trabajo.
31.
El trabajo no es malo. Es lo que hemos hecho de él. Terminar con el
trabajo traería, en parte, el fin de nuestra humanidad. Lo que hay
que liquidar es la explotación.
32.
Trabajar para otro que no trabaja es esclavitud. El trabajo en el
capitalismo es una tortura.
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