Felicitaciones y admiración a los guardianes del monte

 

Por Azacán


Este mes de agosto cumple un año de actividad constante el colectivo de El Malacate “Guardianes del monte”, cuyo objetivo es cuidar la vida silvestre alrededor de su comunidad.



Si bien este colectivo en particular cumple un año, el proceso organizativo del que se desprende es ya de larga data en el Estado. Este proceso incluye varias comunidades y organizaciones de defensa ambiental como Guardabosques de los Cobos y Movimiento Ambiental Aguascalientes. Organizaciones con más de 15 años de trayectoria.


En este proceso de ardua concientización ecológica, las organizaciones citadas han intentado dar a conocer, hacia el exterior de la zona del bosque de Cobos, la importancia natural y cultural del sitio. En este empeño, han obtenido un fruto que, en mi opinión, es mucho más importante: se ha conseguido que la gente de las propias comunidades que habitan en y alrededor del bosque, asuman la relevancia de la lucha y se comprometan a participar en la defensa del patrimonio.


Así, de las comunidades han surgido dos colectivos: “Colectivo de mujeres de los Parga” y “Colectivo de El malacate. Guardianes del monte”.


La gente de estas comunidades ha vuelto la mirada hacia sí misma, hacia su entorno y su cultura y lo que ha encontrado es un tesoro digno de ser protegido. No es que antes no lo supieran, pero a veces se necesita una mirada desde afuera para reflexionar mejor acerca de lo que uno es.


Por eso, hoy quiero reflexionar, desde afuera, acerca de lo que estas personas están haciendo; como un observador externo pero igualmente preocupado por el futuro. Me centraré en el colectivo del Malacate, porque lo conozco más de cerca.


Empezaré con una afirmación que puede parecer exagerada: considero que lo que está ocurriendo alrededor de la defensa del Bosque de Cobos es lo más importante que está ocurriendo en Aguascalientes en este momento histórico. Hoy resulta de vital importancia que todos los hidrocálidos volteen a ver el sur-oriente de la ciudad.


Es un verdadero milagro el que personas sencillas, sumidas en las preocupaciones habituales de la vida, se planteen su propia existencia como algo dotado de historia, de raíz, de valor, de fuerza y de significado; que se planteen una misión generosa y se lancen a proteger lo que merece ser protegido. El milagro adquiere dimensiones históricas cuando esta toma de conciencia alcanza un cariz comunitario. Entonces el proyecto posmoderno de destrucción del espíritu de colectividad se ve vulnerado. La gente se hace consciente de la enorme fuerza que se puede alcanzar mediante la organización, de que se puede vivir y pensar en colectividad, de que nuestras vidas y las de nuestras comunidades tienen sentido.


El colectivo de El Malacate es cautivador para quienes lo observamos desde afuera porque lo compone gente generosa, solidaria y amante de su legado natural y cultural.


En una entrevista que revisé, las compañeras llamaban la atención acerca de dos puntos: el amor con que hacen su trabajo y la belleza del área natural que protegen.


Decir “proteger” es asumir 1) que hay un valor vital amenazado y 2) que existe una amenaza qué combatir.


Este valor vital es la propia vida manifestada como espacio natural pero también como patrimonio cultural. El colectivo lleva a cabo acciones de combate de incendios, de limpieza de las áreas naturales, de concientización acerca de las especies de seres vivos de la zona; pero también de rescate del patrimonio gastronómico, de difusión del saber herbolario local, de rescate de tradiciones.


La amenaza, sobra decirlo, es el capitalismo. Este se manifiesta principalmente en las empresas inmobiliarias que no quitan el dedo del renglón para desmontar y fraccionar el bosque, que provocan incendios y consiguen permisos de construcción. Pero también en la mentalidad utilitaria de quienes no respetan el bosque por no ser este una mercancía o una propiedad del gran capital; quienes llevan ahí su basura, su escombro, o entran a destruir. También, y es duro aceptarlo, en la indiferencia de la mayoría de la sociedad hidrocálida, que no muestra el menor interés por resguardar el futuro. Es el capitalismo interiorizado en las personas que no les permite pensar su vida más allá del consumo, del placer, de los espectáculos y de la enferma integración a una vida centrada en las mercancías.

Por eso, la consigna de “proteger” es un claro reto al capitalismo voraz que destruye todo a su paso. Su deseo de organizarse y actuar como colectividad es una verdadera amenaza contra un sistema que depreda al espíritu humano aislándolo y parasitando su soledad.


El tema de la belleza es de por sí trascendente. Decir de algo que es bello es, parafraseando a Oscar Wilde, una forma de autobiografía. En cierto modo podemos decir que la belleza de estas zonas se manifiesta en las personas que las habitan; que la belleza percibida en la zona es manifestación de la belleza interior de quienes la protegen; que la belleza está por igual en la cosa y en la mirada y que, más importante, a la humanidad le urge poder ver al mundo natural con la mirada de estas personas defensoras del medio ambiente. Esto representaría, ya por sí mismo, un gran crecimiento para la humanidad en su lucha por sobrevivir.


Todos debemos voltear a ver este proceso organizativo porque representa una alternativa de futuro viable. Tendríamos que estar pensando cómo reproducir estos procesos de construcción de colectividad para intentar desarrollarlos en la ciudad. Se entiende que el aislamiento individual y la destrucción del tejido social son más graves en las zonas urbanas, pero por eso mismo es más urgente aquí emular este tipo de iniciativas que fomentan la cultura local, el cuidado del medio ambiente, el trabajo y pensamiento colectivos y la generosidad.


Que un pequeño grupo, por pequeño que sea, tenga la presencia de ánimo de enfrentar la destrucción capitalista, que lo haga con creatividad y orgullo por su cultura, que genere espacios de aprendizaje y discusión colectiva de los problemas; eso es algo que se debe celebrar. Cuando se hace a un nivel al que lo están llevando estas organizaciones, es algo que ya está para la historia. Insisto: esto es, por mucho, lo más relevante que está ocurriendo ahora mismo en Aguascalientes.


Gracias a toda la gente implicada en la defensa del Bosque de Cobos. Su trabajo está trascendiendo. ¿Qué mayor grandeza que dar la vida por lo que se ama? Sigan impactando en esta adormilada sociedad de Aguascalientes.





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